lunes, 22 de septiembre de 2008

¿Maldito Andrés?

La palabra menstruación, periodo o regla representa de una u otra forma un suplicio para nosotras y también para algunos hombres. Desde el momento de la famosa explicación maternal y/o escolar comienza a gestarse en nuestro interior una especie de odio muy profundo, el cual puede nublarnos y hacernos rabiar ó simplemente quitarnos un ratito la sonrisa del rostro.

Hay quienes son completamente saboteadas por dicho proceso y permanecen en cama los días que éste dure, toman tés, pastillas y toda clase de brebajes mágicos. Las que no sufrimos de cólicos fuertes y espantosos simplemente nos dedicamos a maldecir de vez en cuando nuestra condición actual. Es en términos generales una molestia, un estorbo, aprendes a vivir con eso porque te pasa cada 28 días, pero me atrevo a afirmar que nunca, NUNCA aprendes a quererla, ni a tenerla como lo más preciado del universo, mucho menos te levantas y dices ¡Sí, ahuevo, ya me bajó, qué felicidad! ¡Yupi! (no incluye sustitos por caliente o desajustes hormonales gruesos eh, jaja).
Sé de casos en donde aplican la técnica del doble calzón o unas licras apretadísimas para sentirse más seguras, jaja, y no falta la que tiene el calzón elegido para esos días: viejo, roto y percudido. Te inflamas, tus defensas bajan, retienes líquidos, estás irritable, sensiblona, no puedes -o no deberías- de tomar refresco para no hincharte más de lo previsto. Quieres chocolate, quieres amor y luego ya no, ¡aléjense!, lloras por el comercial super tierno de papitas o te encabronas porque a una mosca se le ocurrió pasar cerca de ti.

No todas sufrimos de arrebatos hormonales tan severos, pero hay de todo en esta vida y de que te vuelves un poco desequilibrada durante ese lapso, sí pasa. Y es injusto! a los hombres no les pasa algo similar, qué jalada! nos vemos en 28 días, jajajaja. O qué, si es justoooo? Y, ¿por qué Andrés?